30.6.09

Oropelismo.






La madera del cohete se perdió en la calle, con pétalos de un borracho que tomaba la vida con la resaca escondida en el pantalón, las horas del cuarto despertándose con una literatura humosa, enredándose las nubes de las caras más voladas del vientre natural. Me voy a poner a dibujar rayuelas con mandarinas alrededor y escuchar a Serú y a Pescado Rabioso será una buena influencia para no tirar el mundo a la basura.
Quizás apoyar los pies levemente en la arena, rogarle a la luna un juego de canciones no efímeras, recordar que las manos se miran de cerca, y que cada invierno en su otoño se acuesta (desnudándose a lo enloquecido del pío pío) en el trozo de crepé que nos queda bajo la piel.

Peperina en trance vanguardista.

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